Existen formas diversas de esquivarnos a nosotros mismos
y a nuestro aburrimiento existencial:
comprar algo que no necesitas es una
apostar a que perderá tu equipo (porque sólo los perdedores pueden ganar realmente), otra
el Myolastán, el cannabis, la euforia del vino
Telecinco
enredarse en relaciones tóxicas o andar desesperado por saltar de un amor a otro.
Lo que sea.
Lo que sea salvo estar a solas contigo mismo.
Esa soledad insondable de mirada hiriente.
En caso de morir, hay que hacerlo en fin de semana porque
morir es un hito. Que te entierren, un trámite.
Ya no hablabas de amor, que diría Loriga.
Sólo un piar confuso, el idioma de los parientes lejanos
por eso la gente apretaba el paso.
Hoy no han doblado campanas ni el coche de los muertos ha aullado tu nombre.
Es como si te fueras de puntillas y sin dar un portazo.
«No existen los muertos malos» me dijo un amigo.
Y tenía razón.
Tenemos tanto que aprender
los vivos.